“VIAJE CHIRIUNO”
Salimos de La Paz con rumbo a Apolo y pasamos la noche en “La Calzada”
Continuamos nuestra ruta por malos caminos. Llegando a Apolo hacemos los últimos preparativos para la expedición como alquilar caballos
Debido al número insuficiente de animales, tuvimos que esperar hasta la tarde para emprender la marcha. Acampamos en el arroyo Machariapo
Continuamos la caminata, el transporte de la carga se hace difícil
A medida que avanzamos, el paisaje cambia paulatinamente
Por fin llegamos a nuestro destino e instalamos el campamento
Iniciamos el trabajo, con el estudio botánico de un primer transecto
Dos niños pasan solos a Mamacona. Continúa el trabajo
Terminamos transecto y empezamos pica para llegar a sitio adecuado
para la Parcela Permanente
Evaluamos transecto, nos encontramos con otro tipo de bosque
La vegetación cambia en la parte media de la ladera
Decidimos sitio y empezamos la instalación de la PPM, nos caen las
primeras lluvias
Empezamos a medir, coleccionar identificar y fijar las placas en la
PPM. Amenazas de lluvia
Seguimos trabajando en la PPM
Caminado hacia la PPM nos encontramos con gente de Mamacona. Se inicia
otra pica a cerro más alto
Por la lluvia hacemos colecciones en los alrededores del campamento y
alguna mejora en el mismo.
La lluvia continúa pero no impide que sigamos trabajando en la PPM.
Llegan visitantes sospechosos
Mas personas pasan por el campamento. La evaluación de la PPM se
dificulta
Pepe sale a Apolo por una rara afección en la piel. Día de niebla
Llueve fina y persistentemente, nos falta poco para acabar la PPM
El tiempo mejora, después de 10 días terminamos la instalación y
evaluación de la PPM
Vamos a Mamacona a inspeccionar el terreno y comprar algunas cosas, se
nos acababa la carne. Volvió Pepe
Hace un día de sol y evaluamos transecto al lado de la PPM
Evaluamos transecto en sitio plano al lado de arroyo alejado de la
PPM. Continúan con la pica hacia la cima de cerro
Seguimos por la pica y evaluamos transecto en un bosque bajo de ladera
con pendiente pronunciada
La pica esta ya cerca de la cima. Terminamos transecto Cerro 1
Finalmente se concluye la pica hasta la cima, nos encontramos con otro
tipo de vegetación
Llegamos hasta los 2300 msm, efectuamos transecto en bosque bajo de
filo de cerro, nos vuelve a llover
Evaluamos otro transecto cerca del campamento. Pasa gente a Mamacona
con quienes hacemos acuerdos previos para que nos saquen a Apolo
Volvemos a concluir transecto de la cima. Acuerdo final con la gente
de Mamacona para salir a Apolo
Terminamos transecto Arroyo Campamento, vuelve la lluvia forzandonos a
descansar
Evaluamos último transecto en un espléndido día de sol
Acomodamos las cosas para salir a Apolo
Sale la mayor parte del grupo con la carga en bueyes, se quedan
Honorio, Marcelino y Nieves. Llegamos a Turnia
Otras personas y otros animales nos llevan la carga hasta Machúa,
desde donde nos llevan en coche hasta Apolo
Llega el otro grupo de botanicos de La Paz para relevarnos en el
trabajo
Después de despedir a los compañeros retornamos a La Paz
DIARIO DEL PROYECTO MADIDI
Quedamos en esperar la vagoneta alquilada del
Instituto de Ecología y al chofer Ernesto en un lugar céntrico de la ciudad a
las 8:00 a.m. Narel nos encontró allí para darnos las baterías cargadas de las
cámaras digitales. Honorio, Marcelino, Nieves y su hija Verónica llegaron un
poquito tarde pero más bien, el día anterior ya habíamos acomodado los
materiales y equipos en la vagoneta, por lo que este día sólo restaba acomodar
nuestros equipajes
personales y logramos salir como a
las 8:30.
Nuestro equipo esta vez estaba conformado por los botánicos Alfredo Fuentes, Alejandro Araujo y Francisco Bascopé, además de los guías Honorio Pariamo, Marcelino Villanueva, más conocido como “Chino”, Ernesto el chofer y la cocinera Nieves Lucía.
Llegamos a las 10:00 a
Achacachi, donde aprovechamos para almorzar, ya que de aquí en
adelante, según el chofer, sería difícil encontrar un lugar dónde comer. Más
tarde paramos en Carabuco a cargar combustible, casi el último sitio para esto.
Mucho antes de Charazani, en plena Puna, tuvimos que detenernos porque había
camionadas de cascote en el camino ya que lo estaban refaccionando. Esperamos
como una hora hasta que llegaron las maquinarias para despejar la ruta. Hacía
mucho frío, y nos sorprendió ver peces, a esa altitud (aprox. 4000 m) y con ese
frío, en unos pequeños bofedales a un lado del camino. Después del incidente,
seguimos hasta Charazani, donde llegamos a la 15:00. Allí indagamos sobre el
estado del camino y sobre si podríamos encontrar más adelante un lugar para
pasar la noche; nos dijeron que en “La Calzada”, como a tres horas más de
Charazani, entonces decidimos continuar.
El paisaje en los alrededores de
Charazani era bastante degradado, prácticamente sin árboles: sólo habían
pajonales en laderas bastante escarpadas. Al bajar dejamos atrás la puna y
entrábamos en los yungas, el paisaje empezaba a cambiar, el ambiente se volvía
más húmedo, habían arroyos de aguas cristalinas y bosques húmedos con bastantes
epífitas. Más adelante nos sorprendimos al ver bosques secos con cactáceas
arbóreas en medio de yungas.
Finalmente llegamos a La Calzada
a las 17:00, antes pasamos por un caserío donde tenían una antena parabólica de
telecomunicaciones. Preguntamos si podíamos llamar a La Paz, pero nos dijeron
que la batería todavía estaba cargando del panel solar. Este sitio se llamaba
Quita Calzón, porque según los comunarios, antes de llegar se cruza una
quebrada de aguas torrentosas, que por la fuerza del agua podría hasta quitar
la ropa a la gente que lo cruce. La Calzada quedaba como a un kilómetro más
adelante, era otro caserío al lado de la carretera, donde se puede comer,
comprar combustible y dormir, un poco incómodos quizás pero sin otra mejor
alternativa cerca.
De aquí en adelante comienza la
parte fea del camino, porque llueve mucho y el terreno es muy inestable por,
así que siempre hay movilidades que pasan la noche aquí.
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Salimos como a las 8:00, las otras
movilidades habían salido antes, así que nos apresuramos un poco en alcanzarlos
para así tener a quien recurrir en caso de quedarnos plantados. El camino
empezaba a ponerse feo, habían unos huellones profundos, mucho barro y
deslizamientos justo al lado de la carretera, que en partes es estrecha y bordea
precipicios.
En contraste, el paisaje es hermoso, con grandes
extensiones de bosques montanos, helechos arbóreos y bastantes epífitas.
Pasamos con cierta dificultad algunos sectores, y paramos un rato a revisar la
movilidad: los amortiguadores de un lado estaban rotos y la parrilla también se
había roto por el excesivo peso y los barquinazos; aprovechamos para cargar
gasolina de los bidones que traíamos. En esto nos alcanzaron otras vagonetas de
transporte público y seguimos con ellos en caravana, en una de estas tuvimos
que jalar a una de la vagonetas porque se quedó atascada en el barro. Como a
las 11:00 ya empezaron a aparecer las sabanas antropogénicas de Apolo. Llegamos
al pueblo a las
13:00, y fuimos a buscar algo
que comer, nos costó un poco, porque llegamos tarde y en Apolo fuera de la hora
de las comidas es difícil encontrar algo, afortunadamente nos prepararon algo
de
comer en el hotel Bicentenario. En estas vueltas
nos encontró Radamir Sevillanos, un guardaparque con el que nos pusimos al tanto
de la situación.
Nos instalamos en el alojamiento
8 de Diciembre que se encuentra en la plaza donde pasaríamos la noche. Más
tarde visitamos la oficina del Parque Madidi, donde nos recibió Ciprián Ramos,
técnico de enlace, algo similar a un extensionista y Radamir, quienes
gentilmente nos colaboraron en hacer los contactos con la gente del lugar.
Ciprián nos recomendó que nos presentáramos a las autoridades municipales, a
quienes explicamos el proyecto y sus alcances.
Por la tarde, hicimos algunas
compras, en esto había llegado ya la gente con los caballos desde Nogal, un
poblado por el camino a Asariamas, con quienes habíamos acordado previamente.
En la noche nos reunimos con ellos y hablamos sobre los detalles de la
expedición como el precio del alquiler de los caballos, los días que íbamos a
estar y la necesidad de contar con dos de ellos como guías de campo. Quedamos
en vernos al día siguiente en Machúa, un pueblo como a 15 km el este de Apolo;
allí nos esperarían con los caballos temprano a las 7:00.
El plan general era ir por el
camino a San José de Uchupiamonas (un camino antiguamente bastante usado para
el transporte de la coca pero que en la actualidad se usa muy poco), dejar las
sabanas antropogénicas y adentrarnos en el área donde empiezan los bosques
montanos yungueños, sin llegar al poblado de Mamacona. Otro grupo entraría
después por este mismo camino y continuaría las evaluaciones mas adelante
bajando en el gradiente altitudinal y así sucesivamente hasta llegar a San José
en las tierras bajas amazónicas. De esta manera evaluaríamos los bosques en un
transecto altitudinal desde los 2500 hasta los 600 msm.
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Cargamos temprano las cosas en la vagoneta para que Alfredo, Honorio y
Nieves vayan al punto de encuentro, donde se encontraban cuatro personas con
los animales. Empezaron a pesar, contrapesar y “chipar” la carga para que
lleven los animales (chipar consiste en amarrar la carga con una especie de
malla hecha de tiras de cuero, a las que llaman chipa); Alfredo y Ernesto
volvieron a Apolo a desayunar y a traer al resto de la gente.
De vuelta, nos encontramos con que los animales no eran suficientes
para la carga que teníamos, así que estuvimos buscando animales en los ranchos de los alrededores. Un señor nos dijo que tenía algunos y que
iba a traerlos, pero recién apareció como a las tres de la tarde; vivía al otro
lado de la serranía.
Apresuradamente preparamos el resto del equipaje en Machúa y finalmente salimos, en una
larga caravana de 12 personas y 9 caballos, prácticamente todos llevábamos algo
en la mano aparte de nuestras mochilas, habían cosas que no se podían cargar a
los animales, como las ollas, los tubos para las tijeras telescópicas o “pico
de loro”, la batería, el panel solar y la radio. Subimos la primera cuesta, y
bajamos a una quebrada llamada Machariapo. Radamir y su esposa nos acompañaron
hasta este lugar y luego retornaron. Ya eran las 6 de la tarde así que
decidimos acampar cerca de la quebrada, armamos algunas tiendas de campaña y
cocinamos algo sencillo.
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Nos
levantamos y recogimos el campamento, pasamos el arroyo, los animales y la
carga salieron retrasados porque había que volver a chipar y cargar a los
animales. Ya empezando a caminar había problemas con la carga de los animales,
se aflojaba y caía, sobre todo en las cuestas. La vegetación era una gran
sabana antropogénica, con pequeñas islas de bosque en las quebradas; andamos un buen rato en un sitio plano hasta que
llegamos a un rancho llamado Machariapo, donde nos detuvimos a descansar y
comprar naranjas que tenían en cantidad. Seguimos y de cuando en cuando había
que ajustar la carga de los animales. Un poco más adelante del rancho empezaron
ya las subidas y bajadas penosas, sobre todo para los animales que iban algo
sobrecargados. Comimos en una de estas bajadas, al lado de un arroyo.
Nuevamente tuvimos que
ajustar la carga antes de subir a uno de los sectores más empinados
llamado Las Torres. Poco después llegamos a Turnia, un pequeño poblado con
casas dispersas. Acampamos en el patio de la casa de una anciana, que tenía
chanchos, gallinas y hasta una escuálida perrita que comía maíz junto con el
resto de los animales; armamos las tiendas de campaña. Hacía bastante frío en
la noche y estábamos molidos del cansancio.
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Otro día de caminata, seguimos cada vez más
dispersos porque los caballos iban lentos por su carga, y había que arrearlos
lanzándoles toda una variada gama de insultos. Al mediodía paramos a comer en
una quebrada, el grupo que iba adelante tuvo la suerte de ver a lo lejos a un
“jucumari” u oso andino (Tremarctos ornatus).
Seguimos subiendo y bajando,
hasta que por fin desde la cima de un cerro llamado Cutu Sacha (2200 m) se
podían divisar grandes extensiones de bosques continuos después de tanta
sabana. Poco a poco nos adentramos en el bosque, aunque sobre el camino y de
trecho en trecho se veían manchas de vegetación secundaria, producidas por
fuegos provocados por los lugareños para evitar que el camino se cierre y
formar pastizales para su ganado.
El paisaje empezó a cambiar
drásticamente, había neblina muy densa y el camino en buena parte estaba
encharcado. El terreno era todo montañoso y había pocos sitios favorables para
acampar. Empezaba a oscurecer cuando paramos en un pequeño descampado; el grupo
que iba con los animales se quedó atrás porque no podían avanzar en la noche.
Era muy peligroso, había partes muy irregulares justo al borde de precipicios,
con troncos cubiertos por fango. Precisamente en uno de esos lugares, dos
caballos resbalaron cuesta abajo con su carga, en una caída aparatosa;
afortunadamente no se hicieron mucho daño.
Esta noche era San Juan, la
noche más fría del año, fecha tradicionalmente festejada al calor de una
fogata.
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Nos levantamos un poco tarde por
el cansancio, ya no faltaba mucho para llegar donde íbamos a instalar el
campamento.
Recogimos las tiendas de campaña
y empezamos a bajar hasta llegar a un sitio plano
bastante bonito, al lado de un arroyo, su nombre era “Jatun Chiriuno”, palabras
quechuas que significan algo así como “arroyo grande de agua fría”. El
altímetro marcaba 1850 msm.
Armamos el campamento:
instalamos el panel solar, la antena, la radio, la cocina, la letrina, las
carpas y mesas de trabajo, luego probamos la radio que funcionaba muy bien. Durante
la noche arreglamos cuentas del alquiler de los animales y varios de nosotros
nos sacamos nigüas
que seguramente recogimos la noche que
pasamos en Turnia.
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En la mañana, retornaron a Apolo dos de las
personas que nos acompañaron desde Machúa llevando los caballos, y se quedaron
con nosotros como guías de campo Remberto y Pepe, el primero de Nogal y el
segundo de Asariamas. Al final el grupo quedó constituido por ocho personas, quienes
a excepción de Alejandro, Francisco y Marcelino, hablaban o al menos entendían
quechua además del español.
Empezamos a trabajar cerca del
campamento, donde había un bosque de fondo de valle bastante interesante.
Hicimos una parcelita o transecto de evaluación de árboles y arbustos
(transecto Chiriuno), y empezamos a familiarizarnos con los nombres comunes y
los árboles de la zona. Había muchos helechos arbóreos llamados localmente
“yana macho” (Cyathea spp y Alsophila sp), un pino de monte (Podocarpus cf. oleifolius), bastantes lauráceas, melastomatáceas, rubiáceas, un
arbolito frecuente llamado castillo chillca (Hedyosmum racemosum), además de bromelias, orquídeas y helechos
epífitos.
Comenzamos la rutina de trabajo,
después de evaluar los transectos, prensamos el material coleccionado durante
la tarde y parte de la noche, al día siguiente en la mañana alcoholizamos el
material.
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En la mañana nos sorprendió la visita de dos niños que
venían de Apolo con rumbo a Mamacona, salían de vacaciones de la escuela e iban
cargados con algunos comestibles.
Salimos a terminar el transecto
del día anterior, y luego subimos a buscar un buen sitio para empezar otro.
Seguimos el camino hacia Mamacona hasta llegar a una zona con vegetación
secundaria. Inspeccionamos un poco la flora de este sitio, dominada por
melastomatáceas, ericáces, el helecho Pteridium
aracnoideum y Chusquea sp, el lugar había sido recientemente quemado. Más
adelante todo se veía similar por lo que retornamos e hicimos otro transecto en
un bosque de ladera, al que llamamos “Fragmento”. Era muy similar al anterior,
salvo que habían especies de vegetación secundaria y abundante “curcura” (Chusquea sp) en el sotobosque.
Volvimos al campamento sin haber
terminado este transecto.
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Saliendo del campamento vimos
algunos individuos del tunqui o gallito de roca (Rupícola peruviana) en el bosque. Subimos a terminar el transecto
del día anterior, tomamos muestras de suelo (la capa de materia orgánica o
mantillo tenía 30 cm de profundidad) y volvimos al campamento a almorzar.
En la tarde volvimos por el camino
hasta donde acampamos cuando veníamos, y de aquí hicimos una pica hacia abajo
donde se veían buenas muestras de monte primario, en pendientes no tan
escarpadas como en la mayor parte del terreno, posible sitio para la Parcela
Permanente. En algunas partes la pendiente era muy pronunciada y el suelo
parecía de esponja por la materia orgánica acumulada. Llegamos hasta el arroyo
del fondo de valle y volvimos haciendo colecciones generales.
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Volvimos al mismo sitio que el
día anterior e hicimos un transecto en una ladera, próxima al arroyo (transecto
Perfil Piñalito), el bosque era similar al de los anteriores transectos. Una
vez terminado, continuamos haciendo una pica hacia arriba, donde la vegetación empezaba
a cambiar: el bosque se hacia más bajo, desaparecían los helechos arbóreos y
empezaron a dominar otras especies. Retornamos y de nuevo a bajar y subir por
cuestas empinadas, algo duro para la mayor parte de la gente del grupo, pues
éramos “hombres del llano”.
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Retornamos a la pica del día
anterior e hicimos un transecto en la parte media de la ladera del cerro
(transecto Curcural), con un tipo diferente de bosque o arbustal bajo, dominada
por un arbolito al que los guías llamaban “ichu caspi” o palo de pajonal en
español (Alchornea triplinervia var. boliviana), Chusquea sp. y una ericácea, que hacían dificultoso el tránsito. En
el sotobosque era notoria la presencia de una bromeliácea de flores bastante vistosas.
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Volvimos por el camino ya recorrido y antes de
bajar por la pica que hicimos, efectuamos una inspección visual del terreno
para ver donde había un sitio adecuado para instalar la PPM. Bajamos y llegamos
al sitio que desde lejos nos pareció bueno para la parcela, pero ya estando
allí, el sotobosque estaba lleno de curcura (Chusquea sp), que suele ser indicadora de disturbios. Pasamos a la
ladera del frente y empezamos otra pica subiendo; el panorama era el
mismo, sólo que la pendiente era
menos pronunciada. Finalmente decidimos instalar la parcela allí. Seguimos con
la pica guía, mientras otro grupo empezaba a cuadrar las subparcelas de 20 x 20
m. Más tarde, como a las 15, cayó algo de lluvia, paramos hasta que calmó y
seguimos instalando la parcela, marcando los vértices con jalones amarrados con
cinta de color en la punta y tubos de plástico pintados.
Volviendo al campamento vimos
que el cerro de enfrente estaba cubierto por un curioso capuchón de nubes. Ya
en el campamento y después de algunos días decidimos bañarnos, el agua estaba
exquisitamente helada.
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Hoy es lunes y empieza una nueva semana aunque en el
campo no se nota la diferencia entre los días y se pierde en cierta manera la
noción del tiempo. De vuelta a la PPM empezamos a tomar los datos de la primera
subparcela, nos tomó un buen rato acabarla. En principio el avance es lento
porque hay que coleccionar testigos de cada especie y aprender a reconocerlas y
diferenciarlas unas de otras. Terminar esta PPM nos tomará por lo menos unos 8
días.
Durante todo el día se
escucharon truenos, daba la impresión de que se venía un buen chaparrón, por
suerte no llovió.
Al volver a nuestro campamento,
nos detuvimos en la última bajada, donde hay una especie de repisa con un
arbolito llamado “pascua” (Tibouchina sp), desde allí se tiene una vista muy
linda de los alrededores, es un sitio ideal para descansar y meditar.
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Hoy salimos muy temprano con
rumbo a la PPM, llegar al sitio nos tomaba como 45 minutos a buen paso.
Trabajamos hasta las 17:00 horas, avanzamos muy bien. Fue un día despejado muy
bueno.
Por la noche, Pepe se comunicó
con su padre a través de la radio para que él se comunique con La Paz y así
tengamos contacto con los compañeros del proyecto.
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Camino hacia la parcela, por la
mañana, nos encontramos en el camino con gente que iba a Mamacona, les
encargamos que nos trajeran yuca y plátano, nos dijeron que volverían en 1 ó 2
días.
Hicimos el levantamiento de 4
subparcelas. Honorio y Pepe empezaron otra pica hacia un cerro cubierto de
bosque, próximo al que estábamos, que según los mapas era el más alto del
sector, o que al menos pasaba de los 2000 m de altitud.
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Amaneció lloviendo y esperamos a
que escampe y escurra un poco la lluvia de las plantas; mientras tanto Honorio,
Marcelino y Remberto se pusieron a hacer otra letrina, ya que la anterior no
estaba muy profunda. En esto se fue prácticamente la mañana, así que optamos
por hacer colecciones generales en los alrededores, pero volvió a llover.
Marcelino y Francisco se
encontraron con una víbora muy venenosa, era una “yoperojobobo” (Bothrops sp)
que estaba entre las piedras en el arroyo.
La llovizna persistió toda la
noche.
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Todo estaba mojado y encharcado,
volvió a llover en la mañana poco después de haber salido del campamento, así
con esta llovizna fina y persistente transcurrimos prácticamente todo el día.
Llegamos mojados a la PPM, nos hacía frío y no había manera de calentarse.
Honorio y Pepe siguieron a continuar la pica del cerro, el resto sólo pudimos
hacer 3 subparcelas y volvimos al campamento, todavía bajo una persistente
llovizna. Al llegar la mayoría nos bañamos en el arroyo, esta vez el agua
estaba más fría que nunca.
Nos encontramos con 3 visitantes
que pasaban por nuestro campamento, los cuales no pudieron darnos clara razón
de donde venían ni a donde iban, pasaron la noche al lado nuestro.
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Honorio y Pepe se quedaron en el campamento por
precaución, junto con Nieves, ya que los visitantes llegados el día anterior
tampoco se marchaban, decían que iban a San José pero no parecían tener ningún
apuro, recién se marcharon después del mediodía. El resto nos fuimos a la PPM,
llegamos nuevamente mojados por la transpiración y la humedad que había sobre
las plantas que rozábamos.
El trabajo en la PPM se
dificultaba por la pendiente del terreno y la densidad del sotobosque, lo que
también nos impedía una buena visibilidad de las copas de los árboles para
poder identificarlos. Aparte de estos inconvenientes, se presentaban
prácticamente todos los tipos de dificultades posibles en la toma de datos y
colección de especimenes botánicos, además del frío, por lo mojados que
estábamos. En la tarde mejoró la situación porque dejó de llover e hizo algo de
viento; finalmente terminamos 5 subparcelas.
De vuelta encontramos a una
señora con su nieto descansando al lado del camino; al parecer iban pasar la
noche allí prácticamente a la intemperie, para continuar al día siguiente hacia
Apolo. No dejó de sorprendernos el tránsito de gente por estos alejados
parajes.
En la noche hablamos por radio
con los compañeros de La Paz. Pepe tenía una especie de sarpullidos en el
hombro que empeoraban al pasar los días; decidimos que saldría a Apolo a
hacerse ver con un médico.
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En la mañana arreglamos con Pepe
los pormenores de su salida, y le dimos una lista de cosas para que compre en Apolo.
Salimos a la parcela y decidimos que cada día se quedaría una persona a
acompañar a doña Nieves en el campamento, además de servir como día de
descanso.
El día empezó con bruma por la
niebla. Evaluamos algunas subparcelas de la PPM y demarcamos el área de un
transecto al lado de ésta (transecto PPM Sur). Volvimos con la misma bruma con
la cual habíamos salido; era tan espesa que a 40 m ya no se podía ver nada.
Durante la mañana una pareja de Mamacona había llevado al campamento una arroba
de yuca y un racimo de plátano.
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Salimos de nuevo a la parcela,
el tiempo estaba inestable, con mucha niebla y una fina y persistente llovizna.
Terminamos el transecto al lado de la parcela permanente (transecto PPM Sur) e
hicimos otra subparcela de la PPM, era la número 21 y sólo nos faltaban cuatro.
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El tiempo mejoró, aunque seguía
nublado, las plantas ya no estaban húmedas, así que después de varios días
llegamos a la PPM con la ropa seca. En el camino, Honorio se lastimó el ojo con
una rama, así que retornó al campamento. Terminamos el resto de las subparcelas
de la PPM. Nos tomó 10 días acabarla, ¡sí que fue difícil!. Todavía nos dio
tiempo para demarcar un transecto al lado de la PPM (transecto PPM Norte). En
el campamento Honorio tenía todavía alguna molestia en el ojo, pero no era nada
serio.
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Amaneció con una llovizna fina y
esperamos un poco a que escampe para salir a Mamacona, primero para inspeccionar
el terreno para el siguiente grupo y segundo para comprar un chancho, pues se
nos había acabado el charque y las latas de carne. En el camino volvió a llover
pero seguimos, llegando primero a un valle plano relativamente extenso
comparado al resto de la zona, y luego a un arroyo. Este sector se llama
Patiapo. El camino continúa por bordes de precipicios en un sector llamado
Tornillo, más adelante se pasa por otro tramo del arroyo, se llega a una cueva en las rocas y luego a otro
llano, bastante bonito con individuos enormes del pino blanco (Prumnopytis cf. harmsiana) de hasta 35 m de alto y bastante palma a la que llaman
“tola” (Dyctiocaryum lamarckianum).
Debido a la lluvia toda esta planicie estaba encharcada. Al fin llegamos a
Mamacona, después de tres horas de caminar.
Mamacona es un pequeño rancherío
en el que viven apenas tres familias de hermanos, en medio de la nada. Hay
muchos barbechos en los alrededores; cultivan yuca plátano, maíz, maní, algunos
cítricos y tienen animales domésticos. Hablamos un poco con ellos y les
compramos el chancho, algo de maní y plátanos; y volvimos al campamento de
Chiriuno coleccionando plantas. Remberto y Honorio traían arreando al chancho,
a todos nos sorprendió lo rápido que caminaba el marrano; después de algunos
kilómetros, pasado el primer arroyo, inexplicablemente se murió, dejando a
todos perplejos: sólo atinamos a destornillarnos de risa. Honorio y Remberto lo
amarraron a un palo y lo cargaron con dificultad hasta el campamento.
En el campamento había vuelto
Pepe de Apolo ya con su afección curada. Durante la noche analizamos los
antecedentes del fallecimiento del chancho y no parecía haber nada anormal.
Llegamos a la conclusión de que murió de un infarto, así que procedimos a destazarlo,
pelarlo y carnearlo, examinándolo con cuidado para ver si tenía algo anormal.
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Amaneció con un día espléndido,
radiante de sol, y todo el día estuvo así. Hicimos un transecto al lado de la
parcela (transecto PPM Norte). La gente de Mamacona salió hacia Apolo llevando
copal (resina de Dacryodes sp.) en
sus bueyes; les dimos dinero para que nos compraran algunas cosas. En la noche
cenamos chancho, aunque con cierto miedo de que tuviera algo por su misterioso
deceso.
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Fuimos por la pica que hicieron
hacia el cerro y paramos en un sitio plano al lado del arroyo para hacer un
transecto (llamado plano pie de cerro). Marcelino y Pepe continuaron con la
pica: todavía faltaba bastante para llegar a la cima del cerro. Encontramos
varias especies que no teníamos de los transectos ni parcelas anteriores. Había
numerosos helechos arbóreos y una especie de bambú llamado localmente “flauta
chuqui”, del que nos dijeron hacen instrumentos de viento (sicus, flautas,
zampoñas). También había bastantes flebótomos con el cuerpo negro. Hicimos tres
cuartos de la transecta y retornamos, junto con Pepe y Marcelino que llegaron
en ese momento. La gente de Mamacona había llevado otra carga de yuca y plátano
al campamento.
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Volvimos para terminar el
transecto del día anterior, mientras Marcelino y Pepe continuaron con la pica.
Terminado el transecto continuamos por la pica que discurría en buena parte por
el arroyo, hasta que llegamos al pie de cerro donde en partes prácticamente
escalamos por una ladera empinada, cuando la pendiente disminuyó nos detuvimos
y demarcamos el área de un nuevo transecto (Cerro 1), con bosque bajo similar al
del transecto Curcural.
Durante el regreso nos
alcanzaron Pepe y Marcelino, con la novedad que el monte se hacía más bajo,
denso y difícilmente transitable. Saliendo al camino hacia Chiriuno, al inicio
de la pica, el paisaje era precioso, se veían cielos diáfanos, con caprichosas
figuras de nubes y niebla.
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Salimos de nuevo a continuar
otro transecto el cual terminamos sin mayor novedad. Remberto y Honorio fueron
a terminar la pica. No pudieron llegar a la cima, pero estaban cerca, como a
400 m de distancia; decían que la vegetación era cada vez más densa.
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Avanzamos como 700 m arriba del
transecto anterior e hicimos otro (Cerro 2) en una zona de transición entre el
bosque de ladera y un bosquete bajo de filos de cerro. Alfredo continuó con
Remberto y Honorio por la pica para inspeccionar; efectivamente arriba era más
denso y el bosque era más bajo, con bastante Clusia sp y Chusquea sp.
Remberto y Honorio llegaron finalmente con la pica hasta la cima del cerro
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Terminamos el transecto que habíamos dejado
inconcluso el día anterior y luego subimos hasta los 2300 m de altitud, donde
efectuamos otro transecto (Cima Chaparral) en un bosquecillo bajo, dominado por
Clusia sp y Theaceae. En sectores
había claros con vegetación herbácea y líquenes fruticulosos del género Cladonia, probablemente por
encharcamiento de los suelos, ¿o por efecto de rayos? Esta fisionomia
posiblemente se deba a la poca profundidad de los suelos. Desde esta altitud se
dominaban los alrededores, Honorio y Pepe hasta pudieron ver nevados hacia el
oeste en un día despejado.
Desde algunas horas atrás se
divisaban nubarrones a lo lejos y cerca de las 14:00 empezó a llover, por lo
que regresamos sin haber terminado el transecto, mientras efectuábamos
colecciones generales. De vuelta en el campamento nos enteramos que había
llovido más allí que en el cerro donde nos encontrábamos: todo estaba
encharcado.
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Este día optamos por realizar un
transecto en un sitio plano al lado del arroyo cerca del campamento (transecto
Arroyo Campamento), a modo de esperar que el camino hacia el cerro seque. Como
a las once pasó uno de los comunarios de Mamacona volviendo de Apolo con sus
bueyes; acordamos con él para que nos saque con las cosas, volvería el 21 con
sus bueyes. Su hermano, al que le encargamos nos compre algunos víveres, se
quedó en Turnia y dijo que venía al día siguiente.
Al mediodía volvió a llover
fuerte, así estuvo hasta las 16, de modo que no pudimos terminar este día el
transecto que empezamos.
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Salimos nuevamente a la cima del
cerro Piñalito a terminar el transecto Cima Chaparral. Todo estaba todavía
húmedo por la lluvia del día anterior, y llegamos mojados a destino, para
variar. Todo el día estuvo nublado, demarcamos otros 50 x 10 m de transecta y
almorzamos al final en un claro. Terminado el transecto, Francisco y Marcelino
bajaron primero a tomar muestras de suelo del transecto Cerro 2 y después
bajarían a medir con un clinómetro las pendientes de las subparcelas de la PPM.
Volviendo, Francisco tuvo una caída fea sobre las piedras del arroyo, en la que se lastimó la muñeca,
rodilla y costillas del lado izquierdo.
Por su parte, Alejandro y
Remberto se quedaron a tomar muestras de suelo de este último transecto, y
luego bajaron coleccionando algunas muestras de árboles con flor o fruto que
teníamos marcados sobre la senda. En tanto, Alfredo y Pepe siguieron por la
pica hasta la cima del cerro, arriba el GPS marcó 2496 msnm; lastimosamente la
densidad de la vegetación y la niebla no permitieron observar prácticamente
nada desde arriba. Volvieron haciendo colecciones generales y llegaron al
campamento sin novedad. Fue un gran alivio haberse librado finalmente de hacer
constantemente esta agotadora ruta de subidas y bajadas.
En el campamento habían llegado
Clemente (uno de los hermanos que vivía en Mamacona) y tres hombres más desde
Turnia con la intención de ganarse algún dinero cargando nuestras cosas para
salir a Apolo, pero les dijimos que todavía no salíamos hasta el 21. Trajeron
los víveres que les encargamos y les pagamos por el favor. Hablamos sobre lo de
salir con sus bueyes el 21 hasta Apolo, pero se mostraron reticentes porque el
24 era la fiesta de Mamacona y todos los habitantes de los poblados de los
alrededores, incluidos los de Turnia irían. Estuvimos un buen rato dialogando
sobre las posibilidades, hasta que finalmente quedamos en que el 21 vendría él
desde Turnia con tres bueyes y su hermano desde Mamacona con otros tres y nos
sacarían hasta Turnia. Allí nos esperarían los hombres que vinieron con ellos y
algunos animales de carga para sacarnos hasta Machúa, ya cerca de Apolo. Una
vez arreglados los detalles, todos nos fuimos a dormir.
Esta noche hablamos por radio
con Diego y Narel, les pasamos la lista de materiales que teníamos en el
campamento y los que tendría que traer el siguiente grupo que continuaría los
inventarios por esta zona siguiendo el camino a Mamacona.
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En la mañana salió Clemente a
Mamacona para avisarle a su hermano Isidro sobre lo que habíamos acordado, sus
acompañantes retornaron a Turnia con el compromiso de esperarnos el día 23.
Nosotros fuimos a terminar el transecto que dejamos a medias unos días antes
(Arroyo Campamento). Una vez terminado el transecto, nos pusimos a hacer
colecciones generales en los alrededores, pero al mediodía empezó una llovizna
y dejamos de coleccionar. El resto de la tarde después de prensar fue
prácticamente de ocio. Nos pusimos a hablar por la radio y de casualidad
contactamos a unos colegas de Santa Cruz que iban al parque Noel Kempff.
Mientras tanto otros practicaban con la flauta de bambú que había fabricado
Honorio. Mas tarde quisimos hablar con Narel por radio, ella salió en
frecuencia pero no nos escuchaba, algo pasaba con nuestro equipo de radio,
después de intentar un buen rato Narel se retiró, justo cuando reparamos la
avería.
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Salimos en la mañana rumbo al
arroyo Patiapo, como a 3 km por el camino a Mamacona. Apenas saliendo del
campamento volvimos a ver a un grupo de gallitos de roca en el bosque. Hacía un
espléndido día de sol, como pocos. En el camino nos pusimos a contemplar los
maravillosos paisajes montañosos de los alrededores. Bajamos hasta el valle del
arroyo Patiapo y empezamos el último transecto de la campaña (Plano Patiapo).
Éste era el sitio a menor altitud al que bajamos (1750 m) y la fisonomía del
bosque era distinta: el dosel era más alto, el sotobosque ralo con bastantes
palmeras bajas y en general las especies dominantes eran otras. En esto llegó
Clemente desde Mamacona y nos dijo que todo estaba bien, que saldría como
habíamos acordado; luego continuó rumbo a Chiriuno con una carga de plátano y
yuca, para seguir rumbo a Turnia. Ya se nos había acabado la carne y sólo nos
quedaban arroz y frejoles para comer. Nos enteramos que en Mamacona habían ido
a cazar para la fiesta. En la noche esperamos en frecuencia pero no salió
nadie.
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Otro hermoso día de sol, nos levantamos algo tarde,
Alfredo hizo todavía algunas colecciones en los alrededores. En la tarde
acomodamos las cosas para el viaje de retorno. Subimos al mirador para sacarnos
fotos, mientras bandadas de palomas silvestres iban y venían de un lado a otro.
Aquí esperamos a los “arrieros” pero no llegaban ni por uno ni por otro lado,
luego volvimos al campamento. Recién a las 17 llegó Clemente desde Turnia con
su cuñado y 4 bueyes; les entregamos la carga que iban a llevar. Isidro no
llegó, supuestamente llegaría temprano en la mañana del día siguiente.
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Efectivamente llegó Isidro
temprano en la mañana, junto con su hija y tres bueyes; se había quedado a
pasar la noche cerca, en un sitio con pastos para sus animales. Una vez
acomodadas las cosas sobre los bueyes, nos despedimos de Honorio, Marcelino y
Nieves quienes se quedarían en el campamento con las cosas; iban a acompañar al
siguiente grupo hasta Mamacona. Lo único que quedaba para llevarnos de
“tapeque” (merienda), eran “chipilos” (plátano verde frito y crocante); ellos
también se quedaban con pocas provisiones. Nos comunicamos por radio con Sixto
Tito un guardaparque que estaba en Apolo, le anunciamos nuestra salida, y nos
dijo que el otro grupo ya había salido de La Paz. Isidro y su hija
retornaron a Mamacona, y Clemente y su cuñado se
encargaron del arreo de los animales.
Salimos como a las 9, ya se
había nublado y empezaba a caer una fina lluvia. En la primera subida los bueyes
se salieron del camino y se dispersaron. Un poco más adelante, mientras les
ajustaban las cargas se percataron que faltaba uno, así que fueron a buscarlo
mientras los otros bueyes continuaban; ya saliendo a las sabanas apareció
Clemente con el buey perdido. Al mediodía vimos un oso andino a lo lejos cerca
del cerro Cutu Sacha en plena sabana. Almorzamos junto a una isla de bosque y
volvió a llover. Finalmente llegamos a Turnia, dejamos a Clemente, su cuñado y
los animales algo atrás; ellos llegaron como una hora después.
En el camino tuvimos oportunidad
de observar mejor la vegetación, se observaban palmas como Ceroxylon sp en las islas de bosque, además de algún nogal (Juglans cf. soratensis), y Erythrina
falcata.
En Turnia volvimos a pernoctar en
la misma casa que cuando entramos. Pero esta vez Juan, el propietario de la
casa que vivía con su anciana madre, nos dejó dormir dentro de la casa. Durante
la noche conversamos con el y nos mostró instrumentos musicales que el mismo
fabrica, como flautas, quenas, sicus, zampoñas, con los que animaría la fiesta
de Mamacona.
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Nos despertamos antes del amanecer, pero continuamos
recostados porque hacía frío, luego recogimos nuestras cosas y esperamos a la
gente que llevaría nuestra carga hasta
Machúa. Aparecieron de a poco y todavía no habían recogido los animales
de los potreros. Finalmente había 3 hombres, una yegua, un caballo y un
burrito; cargaron las cosas y nos pusimos a andar después de hacer cuentas con
Clemente. Cuando llegamos a la hacienda Machariapo, donde descansamos y
almorzamos, Alejandro que iba adelante no aparecía así que empezamos a
preocuparnos. Llegó después de una hora, había bajado a conocer un poblado
llamado 3 de mayo, pensando que luego nos alcanzaría porque los animales
tardaban mucho. Una vez descansados continuamos la marcha, de aquí en adelante el terreno era más plano.
Antes de llegar a la quebrada
Machariapo vimos a unas personas quemando y chaqueando, de cuando en cuando se
escuchaban estallidos que parecían detonaciones de armas de fuego. Remberto nos
explicó que eran producidos por las tacuaras (bambúes) al quemarse, la presión
del agua que tienen en sus culmos producen los estallidos. Pasamos la quebrada,
que tiene restos de bosques en sus orillas, y subimos a la última cuesta antes
de bajar al valle de Apolo. Debido a una densidad de población relativamente
mayor había muchas zonas de pastizales quemados. Al llegar a la bajada,
nuevamente estábamos dispersos, y empezamos a llegar a Machúa a cuentagotas; faltaba nuevamente
Alejandro, quién había tomado un camino que lleva a otro poblado y hábilmente
retomó el camino hacia Machúa, llegando
al oscurecer.
Hacía una luna llena
impresionante, enmarcada por las serranías. En
Machúa llamamos por teléfono a una movilidad para que nos recoja y nos
lleve a Apolo, donde llegamos como a las 8 de la noche, de nuevo a buscar algo
de comer para después descansar en el mismo alojamiento.
Estábamos de vuelta después de
33 días en el campo.
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Aprovechamos el día para recabar
alguna información adicional sobre la zona en la Alcaldía. Cerca al mediodía
llegó el otro grupo de botánicos de La Paz, encabezado por Renate Seidel,
además de Carla Maldonado, Héctor Cabrera, María Seidel y Valentín (el chofer).
Los pusimos al tanto de nuestras experiencias y les ayudamos a hacer algunas
compras. En la noche ya, se empezó a chipar su equipaje.
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Acompañamos en la mañana al
grupo que se iba hasta Machúa, allí
esperamos mientras acomodaban la carga, demoraron porque había muchas cosas.
Decidimos dejarlos al mediodía porque se nos iba a hacer tarde para volver a La
Paz. Almorzamos en Apolo y emprendimos el viaje de vuelta; estaban arreglando
el camino, así que parábamos de trecho en trecho, esperando que nos dejen
pasar. Había toda clase de máquinas y camiones; por suerte no nos hacían
esperar mucho y amablemente nos cedían el paso. Fueron 12 horas de viaje hasta
la ciudad de La Paz.
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